Como Pecas Pagas
Volaban tazas, platos y cacerolas. Mientras Adela, envuelta en llantos de impotencia, arremetía contra su infiel marido, lanzando todo lo que hubiese a su alcance.
Él, en un rincón, intentaba protegerse, sin embargo, se prestaba de blanco porque sabía que lo merecía. Con cada acierto de su mujer sentía un poco menos de culpa.
Cuando Adela ya no tuvo más que tirarle, el hombre pudo mirarla fijamente y comenzó a aproximársele con intención de pedir disculpas.
-¡No te acerques! ¡No quiero que me toques! -le gritó ella con voz proveniente de sus entrañas.
Entonces, el obstinado, creyendo que un cálido abrazo lo resolvería todo, continuó sigiloso acercándose a ella.
Oportuna o no, contorneándose ingresó por la ventana, Némesis, su gata. Adela aún furiosa, sin pensarlo, tomó a su mascota y se la arrojó a su esposo. Como era de esperar, cayó de pie, gracias a las afiladas garras que se incrustaron con facilidad en sus mejillas.
-¿Cómo fue que se hizo esto, señor? -le preguntó la enfermera queriendo llenar el formulario de ingreso a urgencias.
-No querrá que le explique el refrán señorita, no querrá -respondió avergonzado y malherido el susodicho.
Por Estefanía Hernández
