Cráneo Roto
Recuerdo el día en que dejé de sentirme una víctima
cuando la miseria quedó reducida a nada
y la mierda en mi rostro,
tu mierda.
Fijé la vista en el fierro con el que me golpeabas
mientras te subías el pantalón tierra
y seguías rumiando el chicle,
tu último chicle.
Recuerdo los sentimientos en mi cuerpo
el asco jalándome desde las entrañas
y pálpitos escociendo las manos,
hallé mis manos.
Algunos esperan me sienta arrepentida
suponen al frío del penal reflexione
a más recordar sin embargo
cuántas veces fue mi sangre la que tuve que limpiar.
Recuerdo haberme levantado en inhalación profunda
apenas cerraste tras de ti la puerta del baño
y transformé ese fierro en brazo,
mi propio brazo.
Esperé con sigilo agudizando el oído
el tiempo transcurrió con precisión
y al salir te di un estruendo,
mil estruendos.
Recobré el sentir de cada fibra en mi ser
cada movimiento reiterativo era vivir
y tu cráneo roto en el suelo,
pobre suelo.
Abusos futuros quedaron detenidos en el caos
disgregados,
con mi propias manos gané, por fin,
mi primera ración de alimento
y tu rostro, un duelo al sol con final liberador.
Tu cráneo roto ya no escupe
ya no dicta órdenes
ya no ironiza
ya no gime.
Tu zorra paria no soy más.
No he de parir tu sangre,
me desprendería yo la piel,
reptil de mohosas escamas
descanso sobre tu cráneo roto.
Por Estefanía Hernández
