Cesta
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Ese barco sobre gélidas aguas se hunde, se hunde.
Los tripulantes no quieren morir así. Él en la popa, ella en la proa; ninguno lo ve venir. Ese frío polar que los envuelve, los congelará por siempre. Nadie vendrá por él, nadie vendrá por ella, como dos cristales llegarán al fondo del mar desafiando las propias leyes de la física. Y aunque a ratos emana una sutil ola de calor tras cada pálpito, no es suficiente para que naveguen hasta la orilla.
Ese barco de dos plazas se hunde, se hunde ya.
Por Estefanía Hernández