Cesta
0
$0,00
Mi amigo imaginario, conforme pasó el tiempo, se volvió cada vez más extraño. No quería asomar ni al patio; escondió los juguetes en una caja y cambió los carteles de dibujos animados por pósteres de rebuscadas bandas, y una que otra imagen con osadas mujeres.
Ya no era de mi agrado estar ahí, por eso me fui.
Dicen que él, ya es todo un hombre, y que incluso su habitación, luce más sobria. Pero eso no basta para regresar. Quizás, algún día en un instante senil, dominado por una pizca de melancolía y anhelo de juventud, valore él, nuestras alegrías pasadas. Posiblemente entonces, tenga deseos de salir del confín del olvido que nos consume.
Por Estefanía Hernández