Fin del Conflicto
Todos los que luego serían desalojados vestían un poncho negro como si cargaran un eterno luto a cuestas. Llevaban la frente envuelta por un cinto que, en sus diferencias y detalles, parecía definir el ímpetu de cada uno de ellos. Llegaron hasta ese punto agotando una a una las instancias, puesto que las autoritares no habían escuchado sus demandas en casi noventa días, o quizá, por más de doscientos cincuenta años.
Afuera, tras las rejas debidamente encadenadas, una treintena de agresores volteaban carros y los incendiaban, amenazaban con ingresar en cualquier momento, todo era válido para resguardar la soberanía del pueblo chileno. Saltaban y gritaban consignas racistas, anti mapuches, y lanzaban piedras hacia el interior, mientras desdecían de sus propios cabellos azabaches, pues la mayoría de estos eran fiel reflejo de los que firmes mantenían la toma del recinto, compartían los mismos ojos grandes y rasgados, mas diferían en el reconocimiento de sus orígenes y, en consecuencia, en la posición que tomaron dentro del conflicto.
Cuando aparecieron los uniformados el video parecía por fin concluir, o al menos así lo interpretó él; quien bloqueó su celular y escuchó a la vez que se alejaba, '¡Atención, se inicia el cierre de puertas!'.
Por Estefanía Hernández
