Capítulo 1
Había pasado los últimos dos meses en la biblioteca sin poder ver el atardecer. En la mañana, salía con su bolso vacío y regresaba con él lleno de libros cuando ya no había sol.
Siempre eran las once al doblar en la esquina. Un grupo de niños jugaba fútbol: reían, gritaban y se divertían. Sin dar más de cuarenta pasos, se encontraba con otro montón de chiquillos que disfrutaban del mismo juego, con igual entusiasmo que los que ya había dejado atrás.
Metía la mano por la reja, quitaba el pestillo y se disponía a entrar. Entonces, su vecino, que regaba como de costumbre, decía:
—Buenas noches, señorita Clara.
Ella respondía todos los días
con la misma sonrisa.
Una vez adentro, se dejaba caer en la cama. No había dormido en mucho tiempo. Se estiraba, daba un par de vueltas y engañaba a su cerebro haciéndole creer que comenzaba un nuevo día. Tenía que lavar la ropa, terminar algunos informes y preparar la reunión que se aproximaba.
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